La semana pasada fui a una de las casas que diseñé completa, de pies a cabeza, y no saben la satisfacción que me da ver cada uno de los muebles o adornos que la forman. Pensarán algunos que un interiorista solamente hace su trabajo en un lapso de tiempo muy pequeño y sin tanta razón, pero no se imaginan que hasta el jarrón sobre aquella mesa o la tela del cojín de un sillón tienen muchísima historia.
Primero elijo las texturas grandes para un espacio, esto implica ir a analizar las telas, a ver los tapetes, a ir con el curtidor de piel y a revisar la madera con el carpintero. Son muchísimas vueltas para todos lados a fin de crear la combinación perfecta. Después vamos a revisiones de los avances de los muebles, a hacer pagos, a coordinar entregas, y eso no es todo! Los pequeños detalles son los más importantes porque van a ser los que definan mi espacio como elegante, original o como sea que se requiera. Puedo decir que encontrar el jarrón ideal es aún más complejo que el mueble más grande de toda la casa.
Me gusta que los pequeños detalles impresionen, que se noten, que combinen, que luzcan y que le den mucha originalidad al espacio. Y digo jarrón como un ejemplo, porque las macetas y sus plantas, los percheros, botellones, las esculturillas y todo lo que implica decoración tiene mucha ciencia.
Esa satisfacción cuando camino por uno de los espacios que diseño y lo veo realmente completo no se compara con nada, se olvidan las desveladas y las preocupaciones para que todo estuviera perfecto, todo valió la pena.