El año pasado fue un año de intenso trabajo  y el 2018 afortunadamente luce igual,  tenemos más retos con proyectos muy interesantes.

Definitivamente todas las etapas de un proyecto las disfruto al máximo. Los montajes son increíbles por ser el resultado de un estudio que nos llevó tanto tiempo, por otro lado,  el desarrollo del proyecto buscando los materiales adecuados es interesante, pero lo más especial es cuando nos llega un proyecto, cuando conozco  al usuario de ese espacio y cuando se me llena la cabeza de tantas posibilidades cuando ellos me empiezan a contar sus ideas.  Rápido me pongo a pensar en los muebles que  vamos a fabricar, los tapices y las telas a usar, incluso cuando son recámaras me imagino el edredón y el cojín decorativo más pequeño, o cuando es una sala pienso en la mesa ratona con los libros que vamos a rematar la decoración.

Antes lo he dicho, cada proyecto es una historia, y cada espacio que he diseñado lo he hecho con la intención de  ser disfrutado, de que va a ser parte de la vida de alguien y debe ser a su estilo y semejanza.

El inicio de un proyecto me abre las puertas a un nuevo mundo, y no hay nada más satisfactorio que alguien deposite en mi equipo toda su confianza para hacerles la vida más llevadera.

No cambio por nada la entrega feliz de un proyecto, pero el conocer un espacio en blanco es por mucho lo mejor.